EL SALTO DEL ÁNGEL
Hace muchos que Píntin Castellanos ingresó a la galería de personajes montevideanos que tipifican épocas irrescatables de nuestra querida ciuidad. Cuando nosotros inaugurábamos la adolescencia, él ya era un hombre hecho y derecho: no imaganamos por entonces, que el destino resolvería enlazarnos en una sincerísima amistad que se inicio a principios de los ´40 y se conservó, intacta, hasta su desaparición. La diferencia de una docena de años que nos llevaba, se fue "acortando" con el tiempo hasta emparejarnos en una estrecha relación coincidente en gustos y hábitos, en una consustanciación de sentimientos y acciones que muchas veces nos juntaron en una velada familiar,una mesa de café, o un espectáculo teatral que demandó nuestra colaboración, cada uno en su esfera y ansiando afectuosamente el éxito del otro. Allá por 1931, la novelería del primer receptor de radio instalado en el hogar nos mantenía "pegados" al aparato en buena parte del día, para escuchar a "lo